domingo, 4 de noviembre de 2012

AGUA




“El agua es vida”. 

Esta afirmación, que puede parecer simple y metafórica, es una verdad absoluta. Y es que el agua es un componente esencial en la existencia de todos los seres vivos, ya que nuestro organismo no puede dejar pasar varios días sin beber agua, a diferencia de lo que ocurre con los alimentos.
Por otro lado, si consideramos que el agua representa las dos terceras partes del peso corporal humano (proporción que varía según el sexo y la edad), es fácil comprender la relevancia que tiene en el funcionamiento de nuestro cuerpo.
El agua que ingerimos participa en el transporte de nutrientes al interior de las células, posibilita la eliminación de sus desechos, es el medio donde se encuentran disueltos los líquidos corporales -como la sangre, la saliva, la orina y las secreciones digestivas-, contribuye a dar forma a las células gracias a la presión que ejerce sobre ellas y mantiene constante la temperatura corporal, entre otras importantes funciones. Sin embargo, y a pesar de lo trascendente que resulta, el organismo no tiene capacidad para almacenar agua, por lo que es necesario reponerla constantemente. Afortunadamente, existe un mecanismo que nos advierte de que necesitamos tomar agua en un momento determinado: la sed. Pero ésta inequívoca señal de alarma revela que ya ha comenzado a producirse un cierto nivel de deshidratación en nuestro organismo, por lo que es recomendable tener el hábito de beber agua con frecuencia, y no sólo cuando sentimos la imperante necesidad de hacerlo.
El cuánto y el cómo

Cuando consideramos la importancia del consumo adecuado de agua, solemos preguntarnos cuánta agua debemos beber y cómo beberla para llevar unos hábitos de vida saludables. Lo cierto es que para responder a esta duda es necesario tener en cuenta algunas consideraciones.
En un individuo promedio, se estima que el consumo requerido de agua es de alrededor de dos litros y medio al día, considerando la contenida en los alimentos (que representa alrededor de un litro) y la que se ingiere como bebida (que debería ser, aproximadamente, de un litro y medio). No obstante, esta indicación varía de una persona a otra en función del estado fisiológico y las condiciones ambientales: quienes tienen problemas de retención de líquidos suelen recibir recomendaciones especiales, y en los climas calurosos o excesivamente húmedos el consumo de agua debe ser más elevado de lo habitual.
Por otra parte, existen ocasiones particulares que obligan a aumentar la el consumo de agua habitual, debido a que las pérdidas que se producen son mayores que las registradas en condiciones normales. Por ejemplo, después de la práctica de ejercicio físico, durante el período de lactancia, en el transcurso de un cuadro febril y en caso de vómitos y/o diarrea se debe beber más agua de lo habitual. Recuerda siempre que el agua es la bebida más económica y sana para tu organismo, y que ingerirla de forma adecuada te hará sentirte bien… ¡y tener mejor aspecto!
Atención a los mayores

Con la edad, la sensación de sed tiende a disminuir, pero el agua continúa siendo indispensable para mantener el buen funcionamiento de los riñones, evitar la deshidratación, regular la temperatura del cuerpo y facilitar la digestión. Como indicación general se recomienda consumir entre 8 y 10 vasos de agua diarios, dentro de los cuales se puede incluir el café, las sopas, los zumos de fruta y la leche.